Esta extraña mezcla, aprendida de las famosas ‘megachurches’ norteamericanas, que combina oración, prédica, sanación, promesas de felicidad en esta vida y salvación en la otra, con los negocios, la difusión mediática y los réditos políticos resulta a todas luces inaceptable. Se trata de un aprovechamiento abusivo de la ignorancia o ingenuidad de miles de personas atrapadas en sus urgencias vitales que se ven abocadas a endosarle su fe a quienes actúan como sus guías espirituales, quienes les prometen, a través de compromisos individuales y rituales colectivos que terminan convertidos en trances místicos, encontrarle solución a todos los problemas: enfermedades, carencias económicas, necesidades laborales, de vivienda o estudio y desequilibrios emocionales o familiares.
El impacto económico es grande, porque los fieles aportan diezmos mínimos de un 10% de sus ingresos, y el electoral ni se diga: los movimientos cristianos cuentan en este momento con ocho curules en el Congreso. Todos forman parte de la coalición de Gobierno con un peso fundamental para hacer mover la balanza en cualquier sentido y consolidar mayorías. Un poder de decisión que han sabido valorar, al punto que el Gobierno creó el Comité Interreligioso Consultivo en el Ministerio del Interior y de Justicia, que les servirá muy seguramente para materializar una estrategia dirigida a conseguir prebendas tributarias, apoyo a procesos educativos y mayor acceso a recursos presupuestales y a bienes del Estado.
La fórmula es simple: Dios habla a través del pastor, el pastor maneja almas y expectativas y los feligreses aportan diezmos y sufragios. Se calcula que las iglesias cristianas mueven 4,5 millones de personas, al menos $1 billón al año, una poderosa red de espacios en radio y televisión y representación a todos los niveles del poder político. Religión, dinero y política, una mezcla explosiva que puede ser determinante en el futuro electoral del país.
Las autoridades, por más libertad de culto que exista en Colombia, están en la obligación de ponerle el ojo al funcionamiento de este macronegocio que está mas cerca de los intereses terrenales que de la salvación divina.